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Cuentos especiales

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La historia de Abhay es un cuento breve, escrito por Parmita (Doris) que fue premiado en el cuarto Concurso de Narrativa breve que organizó la Universidad notarial argentina. Fue impreso en el libro cuya imagen de tapa se ve aquí.

Abhay

LA HISTORIA DE ABHAY

Abhay, con sus catorce años recién cumplidos, estaba sentado en una gran piedra rodeado de un paisaje agreste pero muy bello, sobre todo en esa época del año, pastizales, piedras grandes de diversas formas y a lo lejos  hermosos  cerros. Amaba esos alrededores de su aldea.

Mientras cuidaba de los dos bueyes de su papa, que estaban pastando pacíficamente, se preguntaba qué le había pasado a su amigo esa mañana en la escuela; ¿porqué de pronto se llenó de ira y arremetió contra él?

Recordó también un episodio de la semana anterior donde fue testigo de una discusión entre sus padres, y la pelea con sus hermanos. Se preguntaba qué le estaba pasando a él, porqué reaccionaba diferente cada vez, las emociones eran distintas en cada caso. Estupor, dolor, ira. ¿Porqué? 

Recordó una vieja serie que vio una vez en el televisor que tenían en un bar del centro de la aldea, allí aparecía un extraterrestre, le decían el Sr. Spok y no sabía lo que eran las emociones, hacía todo lo que tenía que hacer, su trato con los humanos era muy bueno, pero sin emociones, ¿sería esto posible?

También se dio cuenta que a veces tenía deseos que le generaban alegría de solo pensarlos, por ejemplo, en sus sueños se veía como un gran doctor que se paseaba en su lujoso auto nuevo, o un científico que daba conferencias de sus descubrimientos por todo el mundo, a veces su deseo era tener unos jean de moda y unas zapatillas de colores fluorescentes como se usan, pero después se entristecía porque se daba cuenta que para él, eso era imposible. Alegría y tristeza, dos emociones con el mismo pensamiento. ¿Cómo es esto posible?

Ya era el atardecer cuando de pronto, Nayat, el buey más viejo, lo sacó de sus pensamientos porque dio un salto, y corrió espantado. Su compañero más joven, Baru, lo imitó. -¿Qué había pasado? Se preguntaba Abhay, nada veía. Tuvo que ir tras sus bueyes asustados, corrió y corrió hasta que los alcanzó, tiró con todas sus fuerzas de las cuerdas que colgaban de sus cuellos y pudo frenarlos. Lentamente regreso a “su” piedra, los ato fuertemente a un árbol y empezó a  revisar todo el entorno, lo único que halló fue una cuerda enroscada, la tomo con la mano y al levantarla notó que los bueyes se asustaban, la acercó con cuidado para que la vieran bien, la puso frente a sus hocicos y los bueyes se calmaron totalmente. Ya cayendo la tarde Abhay hizo su última reflexión de ese día: los bueyes creyeron que la cuerda era una serpiente! ¿Haremos lo mismo nosotros? Siguió pensando mientras regresaba a su hogar acerca de todas las acciones que podemos hacer cuando, sin constatar, o preguntar, algo nos “parece que es real”.

Al llegar a su humilde hogar, encerró los bueyes en el corral y se dirigió al interior de su casa, la madre corrió a abrazarlo y luego lo reprendió severamente, Abhay no entendía que había sucedido, la mamá un poco llorando y otro poco riendo le dijo que era más tarde de lo habitual y creía que le había pasado algo terrible, tuvo mucho miedo de no volverlo a ver. Abhay recordó la cuerda-serpiente.

En la semana siguiente tuvo una gran alegría, su papá lo invitó a ir a la ciudad. Roshan es una ciudad que se destaca por ser muy luminosa, para Abhay era un sueño, era lo más grande que había visto en su vida, con tantos vehículos, tanta gente, tantos negocios que ofrecían cosas que no habría imaginado ni en sus más fantásticos sueños, pero por sobre todo: sus luces, luces de todos colores que la iluminaban desde que se ponía el sol hasta el amanecer del otro día.

Viajando en el tren atestado de gente, Abhay soñaba con las luces de Roshan, a su lado, un grupo de jóvenes entusiastas comentaba con emoción el encuentro al que se dirigían, estaban felices de conocer personalmente a alguien al que llamaban Maestro Gyan. Uno de ellos se dio vuelta y le pregunto a Abhay si él también iba a ir encuentro, un poco desorientado comentó que no sabía quién era el Maestro Gyan, -ah!, le dijeron, tienes que conocerlo, él tiene el don de contestar todas las preguntas, nos colma con su sabiduría. Va a estar en la casa llamada Anami, en el centro de la ciudad. Abhay miró a su padre con expresión interrogante pero el papá negó con la cabeza, -Es muy tarde, le contestó, no llegaremos al último tren. Resignado, siguió pensando en el hermoso día que le esperaba en la ciudad de Roshan.

Acompañó a su padre a los proveedores de alambres y postes para hacer otro corral y algunos arreglos que necesitaba la granja. Luego al banco para realizar trámites administrativos. Y llegó el mediodía donde compartieron los ricos sándwiches que preparo mamá y la fruta cosechada en casa, en un bello paraje arbolado, con mesas y bancos, todo preparado para los visitantes. La tarde estaba programada para Abhay, paseos y diversión, primero se deleitó paseando por el parque de diversiones que por estos días estaba visitando la ciudad. Sintió el vértigo que le ocasionaban los juegos mecánicos. Al caer la tarde, saboreando su copo de azúcar y caminando junto a su padre por el centro iluminado de la ciudad, éste se sobresaltó al acordarse que había olvidado una reunión importante con los campesinos de la región. Abhay lo tranquilizó diciendo que podía ir tranquilo, él lo esperaría al otro extremo de la calle comercial. Así lo hicieron.

Caminando embelesado mirando las vidrieras, casi  chocó con un señor que cruzaba la vereda, al pedirle disculpas, le llamó su atención la barba y la mirada penetrante que sitió al observarlo. El hombre lo miró fijamente, le dijo que no se preocupara, además le preguntó si era originario de esa ciudad y cómo se llamaba. –Vivo en el campo a una hora de tren más o menos, le contestó, -y me llamo Abhay. -Oh!, dijo el señor, que bello nombre! ¿Sabes que Abhay en sánscrito quiere decir Audaz? Abhay se sorprendió. Se despidieron amablemente, el joven quedo mirándolo y por alguna razón que no entendía observó hacia dónde se dirigía, lo vio entrar a una casa muy grande, de color blanca, se acercó y vio un enorme cartel que en dorado decía: “Casa Anami”.

Casa Anami! El lugar donde los chicos del tren le contaron que hablaría ese maestro llamado Gyan, y, que según ellos, contestaba todas las preguntas. Entonces hizo honor a su nombre, apeló a toda su audacia y entró en la casa. Tenía tiempo aún, y aunque solo sea un rato se quedaría allí hasta la hora en que tenía que encontrarse con su padre.

Era una casa con un amplio recibidor, altos techos blancos,  hermosos sillones tapizados en tela con flores engamadas en los colores  ocres, mostaza, amarillos, marrones y verdes, quedaba muy bien sobre un piso de madera lustrada y columnas forradas en madera también. Enormes plantas de hojas verdes, algunas con vetas blancas, decoraban cada columna. Había una mesa de madera con sus patas torneadas y sentada detrás, en una linda silla del mismo estilo, una señora con gesto muy amigable que lo miraba y le preguntó si venía a ver al  Maestro Gyan, tímidamente Abhay contesto que sí, si es que podía. –Claro que si puedes!, le respondió la señora, la entrada es libre para todo el que desee escucharlo. Le indicó el camino hasta un gran salón, tenía el techo decorado, con lo que suponía era alguna reproducción famosa, no sabía de quien era pero le gustaba, enormes arañas de cristales iluminaban todo, el piso alfombrado de color rojo oscuro, las paredes blancas con algunos bordes decorativos dorados, hacían de ese salón un bellísimo espacio, nunca había estado en un lugar así, ni parecido, solo por eso se sintió feliz de haber entrado.

Lo sacó de su deleite una voz: –Viniste!! Era uno de los chicos del tren que alegremente lo recibía con los brazos abiertos. Se unió al grupo, y con su mirada recorría uno por uno a los asistentes buscando al señor de barba, hasta que de pronto lo vio entrar y dirigirse al frente del salón. En un murmullo sus compañeros le indicaron que ése era el Maestro Gyan.

Todos se sentaron sobre la alfombra, algunos se habían quitado los zapatos, pero él no quiso porque consideró que sus medias zurcidas no estaban para mostrarlas. Aun sorprendido, Abhay, no le sacaba los ojos de encima al Maestro que seguía vestido con las mismas ropas sencillas que él le había visto  antes de entrar. Los saludó amablemente, agradeció el poder estar allí y les hizo cerrar los ojos. Así lo hicieron. Los pensamientos se aceleraron al cerrar los ojos, hasta sintió miedo en un momento sin saber por qué.

Luego de unas palabras que Abhay no entendió mucho, el Maestro Gyan los instó a hacer las preguntas que deseen. Surgió la primera pregunta de Abhay y tímidamente levanto su brazo. –Maestro, porque nos hizo cerrar los ojos?        -Porque al cerrar los ojos no nos queda otra opción más que mirar hacia adentro, la mente comienza a emanar pensamientos cada vez más rápidos y diversos con el objetivo de sacarnos de esa mirada interior, y porqué querría la mente sacarnos de allí? … Porque en nuestro interior está la alegría, la paz, el equilibrio, el poder de crear lo que queramos, y con esos dones la mente perdería su reinado, su dominio. Debes hacer honor a tu nombre Abhay, debes ser audaz para poder mirar tu interior, nos da miedo lo que podemos encontrar allí, porque los humanos tememos lo que no conocemos.

Abhay quedo absorto con la respuesta, el Maestro describió exactamente lo que le había pasado!, comenzaron a agolparse en su cabeza todas las preguntas que muchas veces se hacía, y cuando ya casi levantaba el brazo otra vez, se acordó de su papá que lo esperaba, lamentando mucho perderse esa oportunidad tuvo que salir sigilosamente pero apresurado del salón y de la casa. Corrió al punto de encuentro con su padre y lo encontró con gesto de preocupación en su cara. –¿Que pasó papá? Sabes hijo, que fui a la estación antes de venir aquí y me informaron que hubo un problema con las vías justo en el tramo que teníamos que hacer. Hay mucha demora, me dijeron que tardarían unas horas para resolverlo y luego reanudarían el servicio. Ya le mandé a avisar a tu madre para no preocuparla, un conocido pasará por allí con su caballo y le explicará.

Abhay no podía creer tanta casualidad! Le contó a su padre el entusiasmo que sentía con ese Maestro, y que ahora tenía tiempo para hacerle más preguntas, invitó a su padre, pero él prefirió ir a comer con unos amigos, que se quede tranquilo, le dijo, porque cuando sepa  que el tren está arreglado lo pasaría a buscar por la casa Anami.

Regresó al hermoso salón, y en cuanto pudo levantó su brazo, estaba tan feliz que le conto al Maestro la serie de casualidades que lo llevaron allí. El sabio guía lo miro y le dijo que las casualidades no existen, que en realidad lo que lo llevó allí fue la sincronicidad de la vida. -¿Qué es eso? Preguntó Abhay, -En este mundo que conocemos, y en el Universo, todo está unido, nada hay separado y además se mueve constantemente, nada es casual sino causal, o sea tiene una causa. No fue casual que nos cruzáramos en la calle, ni que se haya roto el tren, la causa es que debías estar aquí hoy, parece ser que el Plan Universal, aunque no lo conocemos,  te ubica en este salón hoy. El juego de la vida consiste en que te des cuenta para qué.

Nuevamente Abhay quedo en silencio contemplando interiormente la respuesta. Escuchó que alguien preguntó acerca de las emociones: -Qué puede decir Maestro sobre las emociones que sentimos?  -Las emociones son humanas, forman parte de nuestra experiencia humana, me gustaría aclarar en primer término que no hay emociones malas, negativas, o buenas y positivas. Son diferentes, algunas más fáciles de experimentar y otras más difíciles. Generalmente son disparadas por alguien, por algún acontecimiento, o también por nosotros mismos. Nos relacionamos con el mundo a través de imágenes creadas por la mente, la mayoría de las veces no son reales. Cuando nos relacionamos con amigos, por ejemplo, creamos una imagen de ese amigo, lo sentimos hermano, compinche, estamos seguros que sabe lo que sentimos, y creemos firmemente que ante determinada cosa reaccionará igual que nosotros. Pero de pronto ocurre algo, lo necesitamos y ese amigo no está, nos  desilusionamos,  o sea salimos de la ilusión. Lo juzgamos: ¿cómo es posible que no esté cuando más lo necesito?, “yo” me hubiera jugado por él, “yo” hubiera dejado todo por él o “yo” jamás hubiera reaccionado de la forma que el reaccionó, siendo agresivo conmigo… etc. Esto ocurre con una pareja, los padres, hermanos, cualquier relación. Lo que ocurre es que la imagen creada es falsa, no vemos como es realmente el otro, su reacción no coincide con la imagen que teníamos, por eso es que sentimos decepción, ira, estupor, dolor. Entonces nos damos cuenta que no tiene la culpa la otra persona, lo que necesitamos realmente es aceptar al otro tal cual es. Necesitamos tener una percepción correcta. Cuando dije, (sigue el Maestro), que también podemos generarlas nosotros me refería a que de pronto tenemos deseos que de solo imaginarlos nos ponen felices, y de pronto aparece la duda, o la afirmación que es imposible y nos entristece. Bien, eso ¿a qué se debe?: Ésa es la diferencia de vivir desde el corazón o vivir desde la mente. Para el corazón nada es imposible, pero el trabajo de la mente es imponer la duda, el límite, y casi siempre lo logra. Cuando prevalece el corazón, cuando el que domina es el corazón… todo es dicha, todo fluye, aparece esa Sincronicidad para concretar lo que deseamos.

El salón irrumpió en un aplauso cerrado, Abhay estaba dichoso, entendió para qué toda esa causalidad, es la forma que utilizó el Universo, la vida, para responderle las preguntas que había planteado.

Al salir vio acercarse a su padre dándole la noticia que ya estaba resuelto el problema del tren. En su viaje de regreso contempló todo lo aprendido, y se hizo una firme promesa: todos los días buscaría un espacio de tiempo para sentarse y cerrar sus ojos, contemplaría los pensamientos y emociones en su vida cotidiana.

Porque… después de todo… ¿Quién es el que contempla?

Parmita

Glosario en Sánscrito: Abhay=Audaz // Nayat=Guía, dirigente // Baru=Noble // Roshan=Muy luminoso // Anami=de gran espiritualidad // Gyan=Iluminación, sabiduría.

City Bell, Buenos Aires, Argentina

54 2214771754

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